domenica 4 dicembre 2016

RAUL A SANTIAGO


Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto político en homenaje póstumo al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Casto Ruz, en la Plaza Mayor General Antonio Maceo Grajales, de Santiago de Cuba, el 3 de diciembre de 2016, “Año 58 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Estimados Jefes de Estado y de Gobierno;
Destacadas personalidades que nos acompañan;
Compatriotas que se encuentran hoy aquí en representación de las provincias orientales y el Camagüey;
Santiagueras y santiagueros;
Querido pueblo de Cuba:
En la tarde de hoy, tras su arribo a esta heroica ciudad, el cortejo fúnebre con las cenizas de Fidel, que reeditó en sentido inverso la Caravana de la Libertad de enero de 1959, realizó un recorrido por sitios emblemáticos de Santiago de Cuba, cuna de la Revolución, donde, al igual que en el resto del país, recibió el testimonio de amor de los cubanos.
Mañana sus cenizas serán depositadas en una sencilla ceremonia en el Cementerio de Santa Ifigenia, muy cerca del mausoleo del Héroe Nacional José Martí; de sus compañeros de lucha en el Moncada, el Granma y el Ejército Rebelde; de la clandestinidad y las misiones internacionalistas.
A pocos pasos se encuentran las tumbas de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y de la legendaria Mariana Grajales, madre de los Maceo, y me atrevo a improvisar en este acto, que también madre de todos los cubanos y cubanas.  Cercano también está el panteón con los restos del inolvidable Frank País García, joven santiaguero, asesinado por esbirros de la tiranía batistiana con apenas 22 años, un mes después de que cayera combatiendo en una acción en esta ciudad su pequeño hermano Josué.  La edad de Frank no le impidió acumular una ejemplar trayectoria de combate contra la dictadura, en la que se destacó como jefe del levantamiento armado de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma, así como la organización del decisivo envío de armamento y combatientes al naciente Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.
Desde que se conoció, ya tarde en la noche del 25 de noviembre, la noticia del deceso del líder histórico de la Revolución Cubana, el dolor y la tristeza se adueñaron del pueblo que, profundamente conmovido por su irreparable pérdida física, demostró entereza, convicción patriótica, disciplina y madurez al acudir de forma masiva a las actividades de homenaje organizadas y hacer suyo el juramento de fidelidad al concepto de Revolución, expuesto por Fidel el Primero de Mayo del año 2000.  Entre los días 28 y 29 de noviembre millones de compatriotas estamparon sus firmas en respaldo a la Revolución.
En medio del dolor de estas jornadas nos hemos sentido reconfortados y orgullosos, una vez más, por la impresionante reacción de los niños y jóvenes cubanos, que reafirman sus disposición a ser fieles continuadores de los ideales del líder de la Revolución.
En nombre de nuestro pueblo, del Partido, el Estado, el Gobierno y de los familiares reitero el agradecimiento más profundo por las incontables muestras de afecto y respeto a Fidel, sus ideas y su obra, que continúan llegando desde todos los confines del planeta.
Fiel a la ética martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, el líder de la Revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas horas de vida, insistiendo en que, una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros sitios públicos, ni erigidos en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras formas similares de tributo.
En correspondencia con la determinación del compañero Fidel, presentaremos al próximo período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, las propuestas legislativas requeridas para que prevalezca su voluntad.
Con razón, el querido amigo Bouteflika, presidente de Argelia, expresó que Fidel poseía la extraordinaria capacidad de viajar al futuro, regresar y explicarlo.  El 26 de Julio de 1989, en la ciudad de Camagüey, el Comandante en Jefe predijo, con dos años y medio de antelación, la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, y aseguró ante el mundo que si se dieran esas circunstancias, Cuba continuaría defendiendo las banderas del socialismo.
La autoridad de Fidel y su relación entrañable con el pueblo fueron determinantes para la heroica resistencia del país en los dramáticos años del período especial, cuando el Producto Interno Bruto cayó un 34,8% y se deterioró sensiblemente la alimentación de los cubanos, sufrimos apagones de 16 y hasta 20 horas diarias y se paralizó buena parte de la industria y el transporte público.  A pesar de ello se logró preservar la salud pública y la educación a toda nuestra población.
Vienen a mi mente las reuniones del Partido en los territorios: oriental, en la ciudad de Holguín; central, en la ciudad de Santa Clara, y occidental, en la capital de la república, La Habana, efectuadas en julio de 1994 para analizar cómo enfrentar con mayor eficiencia y cohesión los retos del período especial, el creciente bloqueo imperialista y las campañas mediáticas dirigidas a sembrar el desánimo entre la ciudadanía.  De esas reuniones, incluyendo la de occidente, que presidió Fidel, salimos todos convencidos de que con la fuerza y la inteligencia de las masas cohesionadas bajo la dirección del Partido, sí se podía y se pudo convertir el período especial en una nueva batalla victoriosa en la historia de la patria.
Entonces pocos en el mundo apostaban por nuestra capacidad de resistir y vencer ante la adversidad y el reforzado cerco enemigo; sin embargo, nuestro pueblo bajo la conducción de Fidel dio una inolvidable lección de firmeza y lealtad a los principios de la Revolución.
Al rememorar esos difíciles momentos, creo justo y pertinente retomar lo que sobre Fidel expresé el 26 de Julio de 1994, uno de los años más difíciles, en la Isla de la Juventud, hace más de 22 años, cito:  “…el más preclaro hijo de Cuba en este siglo, aquel que nos demostró que sí se podía intentar la conquista del Cuartel Moncada; que sí se podía convertir aquel revés en victoria”, que logramos cinco años, cinco meses y cinco días, aquel glorioso Primero de Enero de 1959, esto último añadido a las palabras textuales que dije en aquella ocasión (Aplausos).
Nos demostró “que sí se podía llegar a las costas de Cuba en el yate Granma; que sí se podía resistir al enemigo, al hambre, a la lluvia y el frío, y organizar un ejército revolucionario en la Sierra Maestra tras la debacle de Alegría de Pío; que sí se podían abrir nuevos frentes guerrilleros en la provincia de Oriente, con las columnas de Almeida y la nuestra; que sí se podía derrotar con 300 fusiles la gran ofensiva de más de 10 000 soldados”, que al ser derrotados el Che escribió en su Diario de Campaña, que con esa victoria se le había partido la columna vertebral al ejército de la tiranía; “que sí se podía repetir la epopeya de Maceo y Gómez, extendiendo con las columnas del Che y Camilo la lucha desde el oriente hasta el occidente de la isla; que sí se podía derrocar, con el respaldo de todo el pueblo, la tiranía batistiana apoyada por el imperialismo norteamericano.
“Aquel que nos enseñó que sí se podía derrotar en 72 horas” y aún menos, “la invasión mercenaria de Playa Girón y proseguir al mismo tiempo la campaña para erradicar el analfabetismo en un año”, como se logró en 1961.
Que sí se podía proclamar el carácter socialista de la Revolución a 90 millas del imperio, y cuando sus naves de guerra avanzaban hacia Cuba, tras las tropas de la brigada mercenaria; que sí se podía mantener con firmeza los principios irrenunciables de nuestra soberanía sin temer al chantaje nuclear de Estados Unidos en los días de la Crisis de los misiles en octubre de 1962.
“Que sí se podía enviar ayuda solidaria a otros pueblos hermanos en lucha contra la opresión colonial, la agresión externa y el racismo.
“Que sí se podía derrotar a los racistas sudafricanos, salvando la integridad territorial de Angola, forzando la independencia de Namibia y asestando un rudo golpe al régimen del apartheid.
“Que sí se podía convertir a Cuba en una potencia médica, reducir la mortalidad infantil a la tasa más bajas del Tercer Mundo, primero, y del otro mundo rico después; porque en este continente por lo menos tenemos menos mortalidad infantil de menores de un año de edad que Canadá y los propios Estados Unidos (Aplausos), y, a su vez, elevar considerablemente la esperanza de vida de nuestra población.
“Que sí se podía transformar a Cuba en un gran polo científico, avanzar en los modernos y decisivos campos de la ingeniería genética y la biotecnología; insertarnos en el coto cerrado del comercio internacional de fármacos; desarrollar el turismo, pese al bloqueo norteamericano; construir pedraplenes en el mar para hacer de Cuba un archipiélago cada vez más atractivo, obteniendo de nuestras bellezas naturales un ingreso creciente de divisas.
“Que sí se puede resistir, sobrevivir y desarrollarnos sin renunciar a los principios ni a las conquistas del socialismo en el mundo unipolar y de omnipotencia de las transnacionales que surgió después del derrumbe del campo socialista de Europa y de la desintegración de la Unión Soviética.
“La permanente enseñanza de Fidel es que sí se puede, que el hombre es capaz de sobreponerse a las más duras condiciones si no desfallece su voluntad de vencer, hace una evaluación correcta de cada situación y no renuncia a sus justos y nobles principios.”  Fin de la cita.
Esas palabras que expresé hace más de dos décadas sobre quien, tras el desastre del primer combate en Alegría de Pío, del que pasado mañana se cumplirán 60 años, nunca perdió la fe en la victoria, y 13 días después, ya en las montañas de la Sierra Maestra, un 18 de diciembre del año mencionado, al reunir siete fusiles y un puñado de combatientes, exclamó:  “¡Ahora sí ganamos la guerra! (Aplausos y exclamaciones de:  “¡Fidel, Fidel! ¡Ese es Fidel!”)
Ese es el Fidel invicto que nos convoca con su ejemplo y con la demostración de que ¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá! (Aplausos y exclamaciones de:  “¡Sí se puede!)  O sea, repito que demostró que sí se pudo, sí se puede y se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo,  ¡Garantizar la independencia y la soberanía de la patria! (Aplausos.)
Ante los restos de Fidel en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales, en la heroica ciudad de Santiago de Cuba,  ¡Juremos defender la patria y el socialismo! (Exclamaciones de:  “¡Juramos!)  Y juntos reafirmemos todos la sentencia del Titán de Bronce:  “Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha! (Exclamaciones.)
¡Fidel, Fidel!  ¡Hasta la Victoria! (Exclamaciones de: “¡Siempre!)  (Exclamaciones de:  “¡Raúl es Fidel! y de:  “¡Raúl, tranquilo, el pueblo está contigo!”

6 commenti:

  1. Gamberetti e tè col miele sono un dolce spuntino dopo la sauna. Salame di cavallo alla tartara con il pane nero hanno un gusto più selvaggio, da carovana nella taigà. Ernst, tra un boccone e l’altro, mi dice: «Parliamoci chiaro, senza Putin sarebbe il caos. Avevo undici anni quand’è caduta l’Urss. A scuola fui uno dei primi a togliermi il fazzoletto rosso da pioniere che portavamo al collo. Gli insegnanti non sapevano che fare, dall’alto non arrivavano direttive, lo Stato era semplicemente scomparso.Ricordo quegli anni con grande entusiasmo, c’era confusione, casino, ma anche vita, idee diverse, discussioni. Per strada c’erano i fascisti con la camicia nera, bande che si affrontavano, ogni giorno si faceva a pugni. Ora è tutto sotto controllo».
    Siamo ai bagni Sanduny, uno di quei posti veri di Mosca, décor rococò fine ’800, nemmeno uno straniero a pagarlo. Schwarzenegger ci girò un film. È venerdì sera, ordinari corpi da businessman si mescolano a masse muscolari tatuate da lottatori georgiani. Nella grande sauna gli inservienti sferzano spietati la schiena dei clienti con rametti di quercia e di betulla. Gesti ritmati che assomigliano a un rituale. È il relax di guerrieri che hanno combattuto le loro differenti battaglie per tutta la settimana. Sono gli elettori di Vladimir Putin che ora sembra diventato il king maker della politica mondiale, da Trump a Fillon, l’ago della bilancia di tutti gli equilibri geopolitici, a cominciare dalla Siria, il fornitore occulto di tutti i sospetti, dai leaks delle mail di Hillary Clinton alle fantasiose cosmogonie dei nostri Cinque stelle. Che pensano di lui i suoi sudditi? Lo amano, lo temono, lo detestano?
    L’effetto Mosca
    È qui che incontriamo Ernst Sultanov, considerandolo modello di una generazione. Ha 37 anni, ne aveva venti quando Putin è andato al potere e adesso ci dice senza esitazione: «Senza di lui sarebbe il caos». È il coordinatore di «Mir initiative», tiene insieme un forum di città che va da Mosca a Pechino a Torino e ha per obiettivo quello che chiamano un «metrò euroasiatico» che si propone di connettere le reti ferroviarie di questo vasto mondo. È una specie di folletto che passa tre giorni a Istanbul, quattro in Cina, un weekend a casa (Mosca) con passaggio abituale al bagno Sanduny. Domani sarà a Roma dove si inaugura alle scuderie del Quirinale la mostra sulla Via della Seta, antica e nuova. Lui sostiene soprattutto quella futura e dice che per la Russia è l’unica strada realistica per diffondere l’«effetto Mosca» lungo i suoi infiniti fusi orari.
    Ma che effetto è? Per capirlo bisogna venire nel cuore di questa città che ha ormai quasi 13 milioni di abitanti e continua ad attrarne come una calamita. La trasformazione in pochi anni è stata spettacolare. I Gum della piazza Rossa sono stati i primi, vi si trovano coppie di sposi che celebrano il loro giorno con foto tra le boutique. La metropolitana è tuttora intitolata a V. I. Lenin, ma c’è il Wi-Fi in ogni linea, si trovano persino passeggeri che leggono libri di carta, secondo tradizione, e i mosaici con falci e martelli e bandiere rosse vengono lucidati ogni giorno.

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  2. Ma è dietro al Bolshoi e nel quartierino del Kuznetsky Most che le luci brillano giorno e notte. Entrare nei vecchi Zum sovietici o nel Petrovski passage è come sentirsi ai Lafayette di Parigi o al KaDeVe di Berlino. Tutti i teatri sono illuminati, bar, ristoranti, persino i parrucchieri per signora sono aperti fino alle 2 di notte e le ragazze di Mosca ci entrano ed escono saltellando con i tacchi sulla neve, lasciando una scia di profumi e un’eco di risatine. «È una città che non dorme mai», ci ha detto con ammirazione una di loro. Pur essendo il presidente l’uomo con una delle facce più tristi del mondo, qui si respira un vibrante edonismo putiniano.
    Ma non è di questo effetto che parla Ernst, piuttosto, quello di una città che rappresenta gran parte dell’economia russa ed è l’emblema delle sue contraddizioni: in questo paese dei balocchi (o se preferite il villaggio Potëmkin di Putin) che è il cuore di Mosca, è praticamente impossibile trovare merci di produzione russa, il Paese continua a vivere delle sue ricchezze naturali, gas e petrolio, e solo ora dopo la grande crisi degli anni scorsi che ha fatto perdere al rublo il 40 per cento del suo valore e sbarellato i bilanci delle famiglie più povere o anche solo normali, col prezzo del barile che risale si può immaginare il ritorno alla crescita nel 2017. Ma non c’è traccia di quella svolta di riforme che molti giudicano indispensabile, a cominciare dai demografi che stando così le cose prevedono «inevitabile» il declino della Russia salvo immissioni massicce di immigrati. A Mosca, a Mosca! Come nelle tre sorelle di Cechov, tuttora rappresentato, proprio qui accanto.
    E poi questa è una città che conserva intatti i suoi numerosi fantasmi che Enzo Bettiza collocava all’hotel Lux, dove alloggiava Togliatti. Ora basta uscire dalle luci della piazza Rossa dove si sta montando il villaggio di Natale con la pista di pattinaggio e scendere verso il fiume per incontrare sul ponte il luogo dove venne ucciso nemmeno due anni fa Boris Nemzov. Ci sono vasi di fiori, la sua foto, delle scritte con quelle frasi un po’ così tipo «gli eroi non muoiono mai». Era il più rappresentativo dell’opposizione liberale, ex ragazzo prodigio della stagione dei democratici, a cavallo tra la fine del comunismo e i tumultuosi anni Eltsin. Le mura del Cremlino incombono. Per il suo omicidio sono accusati due ceceni come esecutori, ma nessuna ipotesi di mandante. Immaginare che sia stato il presidente a volere la sua fine è oltraggioso e fantasioso. Ma a Mosca anche i sospetti non finiscono mai e qualche giorno fa al processo dei killer la corte ha rispolverato una formula sovietica: «La sua attività politica come motivo dell’omicidio non è oggetto del dibattimento». Si diceva proprio così una volta dei dissidenti: crimini comuni, non politici.

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  3. Stimmate della dissidenza
    Siamo tornati all’epoca sovietica? Zoja Svetova è una che porta le stimmate della dissidenza, suo padre Feliks, scrittore e attivista cristiano ortodosso, fu inviato al Gulag, i suoi figli sono stati protagonisti nelle manifestazioni di protesta contro Putin degli anni passati. E lei si batte da sempre contro le prepotenze del potere, l’ultimo suo libro tradotto in Francia si intitola «Gli innocenti saranno colpevoli». «No - ci dice - in epoca sovietica c’erano carceri speciali per i politici, ora non più, gli arrestati per reati di opinione sono sparsi insieme ai comuni». Ma cosa rappresentava Nemzov? «Era l’anima dell’opposizione, un uomo carismatico, l’unico che poteva unire. La sua fine ha avuto su di noi l’effetto di una bomba». A che punto è ora il movimento? «Ci sono ancora delle persone in carcere per le proteste contro le elezioni truccate in piazza Balotnaya quattro anni fa. Basta niente per essere accusati di terrorismo, anche un solo post su Facebook e si rischia la perquisizione in casa. La gente ha paura, chi ha potuto è andato all’estero».
    Ma ci sono pur sempre le elezioni, le ha vinte il partito del presidente, l’opposizione non ha eletto nemmeno un deputato e Putin ha un grande consenso anche nei sondaggi. «Le ultime elezioni della Duma - dice Zoïa Svetova - sono state organizzate in fretta e furia, a metà settembre, la gente era appena tornata dalle vacanze, non c’è nemmeno stata la possibilità di attaccare i manifesti e fare campagna elettorale. Ha vinto Putin. Ma quanti hanno votato davvero? A Mosca credo poco più del 30 per cento...».
    All’istituto di sondaggi Levada, il più accreditato centro studi dell’opinione pubblica russa al quale il governo ha tolto finanziamenti accusando i suoi ricercatori di agire da «agenti stranieri», pensano che la questione della partecipazione al voto sia cruciale. Nelle precedenti elezioni aveva votato il 60 per cento e questa volta il governo puntava ad aumentare i consensi. Il risultato ufficiale è stato deludente: 48 per cento. Lev Gudkov, direttore del Levada, pensa che in realtà sia ancora più basso, 40-45 al massimo. Se si tiene conto del fatto che almeno il 25 per cento dell’elettorato è costituito da impiegati statali, militari, poliziotti, pubblici ufficiali, persone a vario titolo direttamente dipendenti dal sistema, la vera quota di opinione pubblica che vota per il partito del presidente è abbastanza modesta.
    Ma non ci sono alternative. L’opposizione è stata schiacciata e minacciata, nessuno contende al capo del Cremlino il ruolo di leader. Se nulla cambia Vladimir Putin si avvia a vincere senza avversari la sua quarta elezione presidenziale nel 2018. Le uniche scosse vengono dall’interno del suo cerchio e son tutte da decifrare, come l’arresto del ministro dell’economia Aleksiej Ulyukaev, incastrato due settimane fa dall’Fsb (l’ex Kgb) con una tangente-trappola. Era un uomo di primo piano dei liberali, che in questo caso vuol dire i più pragmatici e meno disponibili al ritornello propagandistico del tutto va bene.

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  4. «Votare è inutile»
    Molti dei giovani putiniani rampanti non vanno a votare perché «inutile», perché è «noioso», perché «non cambia nulla». Questo non significa che non siano con il presidente, ma la situazione politica si è talmente normalizzata e appiattita che ognuno pensa al suo business e «vsiò», basta così. Non lo si può chiamare totalitarismo, è un regime autoritario con tratti di totalitarismo. Il dominio della scena pubblica, il controllo totale della Tv che sembra tornata all’epoca sovietica fa sì che lo stesso Putin appaia in cerca di un nuovo slancio. Giovedì ha tenuto il suo discorso sullo stato della Federazione cospargendolo di messaggi, come ha raccontato su «La Stampa» di venerdì Lucia Sgueglia: «Il 2017 sarà occasione per riflettere sulla natura delle rivoluzioni. Il passato va rispettato, ma occorre valutare le conseguenze».
    La storia e la sua rivalutazione ad uso del potere è diventato uno degli argomenti maggiori, una continua metafora pseudo culturale che sostituisce la politica. Il ministro della cultura Medinsky ci si dedica con zelo spesso caricaturale, difendendo i più insostenibili falsi come quello del film sui ventotto eroi che avrebbero difeso Mosca fermando da soli i panzer nazisti. Che succederà tra un anno al centenario della rivoluzione d’ottobre? L’avvertimento di Putin, che ha più volte definito il crollo dell’Urss la più grande tragedia del Novecento, sembra preludere ad una pedagogica rivisitazione. Per ora se ne colgono piccoli segni. Al «Garage», meraviglioso centro d’arte contemporanea di Gorky park costruito da Dasha Zhukova, moglie del magnate Abramovich (il padrone del Chelsea), si vendono gadget rielaborati su vecchi simboli sovietici: una carrarmato con la scritta Cccp, una zhigulì, la torre di Ostankino. Nelle librerie già sono allestiti angoli con i vecchi album sovietici.
    L’impatto di passato e presente fa parte della narrativa e della popolarità di Putin. Ce lo racconta Olga, una gentile ed elegante signora di sessant’anni che incontriamo davanti a una tazza di tè al «Cofemania», accanto al monumento a Tchajkovskij e alla bellissima grande sala del Conservatorio. «Nel ’90 siamo passati dalla speranza alla disperazione. Io insegnavo francese all’università, di colpo i nostri stipendi non valevano più nulla. Ingegneri, medici, professori hanno dovuto inventarsi le vite più assurde. C’erano quelli che facevano la spola con l’estero, andavano con le borse vuote e tornavano con merci da vendere per strada. Qui non c’era niente, li chiamavano «celnok». Io me la sono cavata, ho potuto lavorare con un’impresa italiana ed è andata bene. Ma ne ho visti tanti star male. Noi eravamo cresciuti dentro la musica della letteratura russa, con un’idea forte della giustizia, non potevamo vedere questi oligarchi che non erano nessuno diventare miliardari. Il nostro Paese si era arreso. Siamo stati umiliati. All’estero non capiscono questo, non conoscono la nostra storia, nemmeno adesso. Perché se gli americani vanno in Iraq portano la democrazia, se i russi vanno in Siria portano la guerra? Noi russi siamo sempre il capro espiatorio.

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  5. L’Europa ha privatizzato la parola «valori»: c’è troppa ipocrisia, pensate di avere solo voi gli ideali? Io credo che Putin sia una persona buona, è figlio del popolo, va in chiesa non solo quando ci sono il patriarca e le Tv, anche quando nessuno lo vede, nelle piccole chiese di provincia. Lui ci ha ridato la dignità».
    Tra pochi giorni sarà il venticinquesimo anniversario della caduta dell’Urss, la notte del 25 dicembre 1991 la bandiera rossa scese dalla cupola del Cremlino e Mikhail Serghevich Gorbaciov uscì dalla storia. Ma tra tutti i passati della Russia millenaria, questa è una circostanza da tempo sfumata nell’oblio. Qui può succedere che l’archivio storico del marxismo-leninismo continui a vivere circondato dalle boutique di Prada e Vuitton, ma trovare qualcuno che si ricordi del padre della perestrojka è praticamente impossibile. Nella grande libreria sulla via Tverskaja davanti al municipio di Mosca, nel bancone dei libri più venduti ci sono le biografie di Donald Trump, il «campione miliardario» e di Fidel Castro, lo «stratega vittorioso». Vecchi e nuovi miti di Mosca, la città che non dorme mai. È questo, più o meno, lo spirito del tempo.

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  6. Una delegazione del Partito Comunista è a Cuba in questi giorni per le esequie e le cerimonie di commemorazione di Fidel Castro, per partecipare insieme a tutto il popolo cubano al dolore per la scomparsa del compagno Fidel Castro e per riaffermare la nostra fedeltà agli ideali della rivoluzione socialista cubana e la solidarietà internazionalista dell’Italia con Cuba socialista.

    A Roma sabato 3 dicembre dalle ore 17.30 si terrà una fiaccolata che da Piazza Albania raggiungerà l’Ambasciata di Cuba in Via Licinia. Il Partito Comunista e il Fronte della Gioventù Comunista invitano tutti i compagni, gli amici di Cuba, a partecipare. Sarà presente il SG Marco Rizzo.

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