CARUSO A LA HABANA

Para nadie es un misterio que el grande tenor Enrico Caruso, en pleno apogeo de su increíble carrera, cantó en Cuba. En 1920, el empresario italiano Adolfo Bracale, logró que el gobierno de Menocal, en plena “Danza de los Millones” causada por el alto valor del azúcar cubana; ofreciera al increíble tenor napolitano el contrato más bondadoso que recibió en vida: 90mil USD por 8 funciones (Habana, Cienfuegos y Santa Clara) y 2 matinés.

De su paso por La Habana quedan un sinfín de anécdotas pero sin dudas las más controvertida y misteriosa ocurrió durante la representación de la Aida de Giuseppe Verdi en el Teatro Nacional, (hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso), justamente un 13 de junio, hace 100 años.
Todo fluye dentro del habitual realismo mágico habanero de una tarde de domingo. Donde luego se edificaría el Capitolio, un hombre con megáfono anuncia a gritos: “El que entra bailando rumba sale aturdido”. La atracción: una exposición de maniquíes de enfermos de sífilis con las más horrorosas y variopintas consecuencias que trae la enfermedad venérea en el cuerpo humano. En una de las salas del teatro, están expuestos 3 cetáceos recién encontrados en la bahía. El mal olor de uno obliga a los responsables a pensar en su traslado. El Circo Santos y Artigas, a pocos metros del escenario, alberga 12 leones que no cesan de rugir tal vez aterrados por la gigantesca rana verde que protagoniza el primer anuncio publicitario lumínico en La Habana de una popular ginebra. El calor caribeño del inicio del verano ataca y obliga a dejar abiertas todas las ventanas del teatro mezclándose así a la sublime música verdiana, sonidos, ruidos, olores de la ciudad. Y en el escenario, con exuberantes vestuarios que rememoran un pasado faraónico, Amneris, interpretada por la mezzosoprano romana Gabriella Besanzoni y la esclava Aida asumida por la soprano mexicana Maria Luisa Escobar; se disputan el amor de Radamés. Casi al final de la segunda escena del primer acto, mientras celebran la decisión divina de que el joven guerrero egipcio, nuestro Caruso, dirigirá las tropas en la batalla; retumba una explosión sorpresiva dentro del teatro que descoloca al público y a los artistas. Pánico total.
Este suceso concreto y comprobado ha desatado muchas versiones sobre los motivos del atentado y, sobre todo, la reacción del tenor napolitano. La única certeza, más que justificada, es que los artistas evacuaron el escenario instantáneamente vistiendo sus atuendos de sacerdotes, sacerdotisas, reyes y guerreros. Hay quien jura que Caruso, escapó corriendo sin estribos por la calle San Rafael y al lograr detenerlo, dos agentes de la policía le increparon que no era época de carnaval para salir así a la calle. Él, agitado y frustrado por su desconocimiento del español reclamó: "Io non sono in carnevale, sono un grande tenore vestito da Radames. Io sono il tenore Caruso!". Los policías ante aquellos gritos extraños respondieron: “Y además vestido de mujer! Nos vamos a la Comisaría”. Otra versión menos ocurrente y más razonable, lo vió correr vestido de Radamés todo el Paseo del Prado hasta llegar a refugiarse en el Hotel Sevilla donde residía. Seguramente la Marcha Triunfal más sui generis de este personaje en la historia del título verdiano. Y como siempre las historias son más apasionantes si se entrelazan con el corazón, hay quien alega que escapó, junto a la Besanzoni, en el vehículo de una amante cubana ligada a la mafia china que lo esperaba cerca de la salida de los artistas.
De igual manera, hay más dudas que certezas con respecto a las causas de la explosión. Para algunos fue un petardo lanzado en el foso de la orquesta como denuncia de la situación económica del país y la desigualdad de salarios. Otra versión, más detallada, narra que un grupo de anarquistas habría pagado 40 centavos a un niño vendedor de periódicos de los alrededores, para que hiciera explotar un petardo en los baños con el fin de desestabilizar e infundir miedo en la alta sociedad. Sin embargo la versión más romántica y directamente relacionada a perpetuar la leyenda del tenor italiano, indica como responsable del hecho al propio Adolfo Bracale. Ya le había parecido extraño y arriesgado al empresario que Caruso, a último momento, hubiese querido despedirse de los escenarios habaneros con Aida, en vez de con Il Ballo in Maschera, como habían acordado. Tras la gira de 8 funciones y en un momento difícil de la carrera del tenor -morirá al año siguiente-, Bracale consideraba que el rol de Radamés requería demasiada energía y podía hacer deslucir la presentación del ya mítico Enrico Caruso. Al seguir muy de cerca el primer acto, entendió que sus suposiciones eran ciertas. En plena ceremonia de condecoración de Radamés, antes de su invocación al “Immenso Fthá”; Bracale hizo explotar un inofensivo pero estruendoso petardo entre bambalinas que desató el desorden total y detuvo así el final del primer acto.
Quedará en incognito para la historia, si Caruso hubiese logrado terminar dignamente esta función - si es que ocurrió así-, pero lo que no cabe duda, es que este hecho contribuyó a conformar la leyenda que lo ubica como uno de los más grandes tenores de la historia del canto lírico.
Ocurrió en La Habana, un 13 de junio de 1920, en el Teatro Nacional, hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
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Questo episodio simpatico della storia del piu' tenore piu' importante che l'Italia abbia generato, dimostra una volta di piu' come il legame fra Italia e Cuba sia sempre stato molto stretto a prescindere dalle epoche storiche.
Parliamo del 1920, Caruso era gia' malato, sarebbe morto l'anno successivo eppure la ricchezza dell'ingaggio ed anche il piacere, suppongo, di visitare un posto tanto lontano lo spinsero ad accettare questa lunghissima, per l'epoca, trasferta.
La vita di ogni artista in quell'epoca ed in quelle precedenti e' sempre stata difficile ed avventurosa, Leonardo, Michelangelo, Raffaello se non avessero, grazie al loro talento, trovato un mecenate che assicurasse loro il pranzo e la cena, probabilmente avrebbero fatto la fame come e' toccato a molti geni e scienziati nel corso dei secoli. Quindi a certi ingaggi non si poteva dire di no. 

L'Aida e' un opera complessa, la feci un paio di anni nei villaggi turistici, ovviamente in versione riveduta e corretta in funzione del contesto, gli abiti sono pesanti, sicuramente nel 1920 lo erano decisamente di piu'.
Mi immagino Caruso che, dopo lo scoppio della bomba, o di quello che era, corre terrorizzato, vestito da Radames, in calle S.Rafael per rifugiarsi in albergo...chissa' com'era davvero l'Avana degli anni 20'.
Da notare come ci fossero gia' in giro personaggi che mettevano bombe, si parla di anachici o cose simili, ovviamente non e' da escludere il contesto politico.
Mi immagino la comunita' italiana dell'epoca cosi' elettrizzata all'idea di potere vedere dal vivo il piu' grande tenore della storia, anche se oramai in chiara fase calante.
Un Caruso in fase calante vale comunque 100 Bocelli e mi tengo molto basso...giusto per capirci.
Lucio Dalla affermo' di avere scritto il celeberrimo pezzo che porta il nome del tenore in mezzora, ebbe accesso alla camera in cui soggiornava sempre Caruso nel suo albergo preferito di Sorrento, dove tutto e' rimasto come allora compreso il pianoforte su cui il bolognese compose lo splendido brano.
Caruso e Cuba....chi l'avrebbe detto...